Dejé mi trabajo para viajar | Ser nómada digital.
Muchos pensaron que estaba loca, otros que la idea estaba buenísima. Lo único que sé, es que por primera vez no me importó lo que dijeron los demás, sino que hice lo que realmente quería y sentía que debía hacer. Y es por eso que… Sí, dejé mi trabajo para viajar por el mundo.
De chica siempre soñé con viajar, deseaba ser grande para tener la edad suficiente para poder hacerlo, por lo cual, siempre ahorré para ello. No me interesaba tener la último juguete, ni la última tecnología, ni la última ropa; solo ahorraba para viajar. Fue así, que a los 21 años, comencé a trabajar para juntar lo que me faltaba y así poder cubrir el viaje que hacía años había soñado… Viajar a Europa. Durante 7 meses, el 80% de mi sueldo lo destiné para el viaje; siempre fui consciente de que tenía la ventaja de vivir con mis padres y que no tenía demasiados gastos, por lo cual, ese era el momento indicado.
Llegó el día tan ansiado, y no pude más de la felicidad. Amé ese viaje como sabía que lo iba a amar… o más. Fueron 25 días soñados. Estando allí, ya planeaba mi próxima vuelta a este maravilloso continente y pensaba en los países que iba a visitar.
Como siempre, todo lo bueno termina, y llegó la hora de volver. No podía creer que todo lo que había ahorrado ya se hubiese esfumado, y tener que retomar mi vida cotidiana para ahorrar por meses o quizás años para tener la posibilidad de volver a viajar. Eso me frustraba…
Al año siguiente, con 23 años, me recibí de Administradora de Empresas… para ser sincera, había tratado de buscar una carrera que me permitiera entrar fácilmente a trabajar para poder solventar mis sueños (viajar). Como me recibí bastante joven, sentí la obligación de seguir estudiando, por lo cual inicié la carrera de Contador Público; al finalizar la misma me habilitaban a entrar al grupo de viajes de Ciencias Económicas, en el cual, vendiendo rifas y haciendo otras actividades, podía financiar un viaje de 6 meses para dar “la vuelta al mundo”. Sonaba tentador, pero sabía que me faltaban muchos años para finalizar la carrera y muchas horas de estudio de algo que si bien no me desagradaba, tampoco me apasionaba.
Pocos años después, ya habiendo hecho varios viajes, me reencontré con el gran amor de mi vida: Agustín (un buen mozo de 29 años que trabaja de forma independiente como desarrollador móvil). Él ya tenía la idea de viajar por diferentes partes del mundo e ir viviendo de forma nómade. Por lo cual, sabiendo cuánto me gustaba viajar, me lo planteó.
En su momento me pareció una idea bastante alocada y poco realista, y como cualquier otra persona, me daba mucho temor dejar mi “zona de confort”, que si bien no era lo que me hacía feliz, estaba cómoda y no corría ningún tipo de riesgo; pero un día… aburrida de mi trabajo, cansada de estudiar por obligación, agotada de la rutina, le dije: “vámonos por unos meses a vivir a otra parte del mundo”. No me importó absolutamente nada. Realmente sentí la necesidad de salir de ese agujero, irme, dar un cambio en mi vida y dedicarme a algo que realmente me motivara; ya estaba cansada del trabajo de oficina, de hacer las tareas una y otra vez sin sentir ningún tipo de satisfacción personal.
Fue así que en los meses que hemos ido planeando nuestro primer destino, me animé a estudiar fotografía y diseño gráfico, algo que siempre me apasionó, pero por tratar de ir a lo fácil, lo fui dejando de lado.
Y acá estamos… en los últimos preparativos para irnos a vivir a la primer gran ciudad.
Espero que este post pueda motivar a aquellos que, como yo, no se animaban a cumplir su sueño. Las cosas pueden salir bien o mal… Si salen bien, ¡buenísimo! Y sino, es experiencia y al menos estarás feliz de poder decir que lo intentaste 🙂
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